miércoles, 6 de octubre de 2010

Origen de las Leyes de Murphy

Origen de las Leyes de Murphy: "

Edward Murphy¿Quién no ha oído la famosa Ley de Murphy? “Si algo puede funcionar mal, funcionará mal”.


¿Y los cientos de frases que se derivan de ella?


A saber:


- Cualquier esfuerzo para agarrar un objeto en caída, provoca más destrucción que si lo dejáramos caer naturalmente.

- Nada es tan fácil como parece.

- La probabilidad que una tostada caiga con el lado de la mantequilla hacia abajo, es proporcional al valor de la alfombra.

- No hay tarea tan simple que no pueda hacerse mal.

- Todo cuerpo sumergido en la bañera hace sonar el teléfono.

- Nada está tan mal que no pueda empeorar.

- Si un artilugio mecánico falla, lo hará en el momento más inoportuno.

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Todas estas frases —y muchas más— tienen en común una actitud pesimista, resignada y burlona, fruto de la actitud de Murphy. Pero… ¿quién es Murphy? ¿cómo se originó la frase?


Edward A, Murphy Jr. —capitán de las Fuerzas Aéreas de los EE.UU.— formó parte, en 1949, de unos experimentos realizados para determinar la resistencia humana a la desaceleración brusca para casos de aterrizajes de emergencia. Algunas pruebas se realizaron con un muñeco de forma humanoide, pero para las pruebas finales colaboró el coronel J.P. Stapp.


Para medir el impacto de tales fuerzas sobre el piloto, se le ocurrió a Murphy colocarle una serie de sensores o medidores electrónicos de esfuerzo sujetos al arnés. Pero tras la prueba todos los resultados salieron sorprendentemente a cero. Tras algunas comprobaciones vieron que los sensores estaban mal instalados, pues habían sido cableados al revés.


Entonces —según el también ingeniero George E. Nichols presente en aquel momento— Murphy, frustrado, le echó la culpa a su asistente exclamando: “si hay alguna manera de cometer un error, lo cometerá”.


En conversaciones con otros miembros del equipo salió a relucir la expresión que quedó como: “si algo puede salir mal, saldrá mal”.


Pero no ganó popularidad hasta que no fue pronunciada por el coronel Stapp durante una conferencia de prensa, en la que le preguntaron por qué nadie resultó con heridas de importancia durante las pruebas. Stapp replicó que fue porque se tomó en consideración la Ley de Murphy. Luego citó la ley y dijo que significaba que era importante considerar todas las posibilidades antes de hacer una prueba.


 


A continación la historia relatada por el propio George E. Nichols, gerente de Control de Calidad del proyecto Vikingo:


“El suceso ocurrió en 1949, en la Base Aérea Edwards, en Muroc, California, durante el Proyecto de la Fuerza Aérea MX81. Este era el proyecto de investigación del coronel J. P. Stapp sobre pruebas de aterrizaje de emergencia en las pistas de la Base Norte. El trabajo era realizado por Northrop AirCraft, bajo contrato del Laboratorio Aeromédico por parte del proyecto por parte de Northrop.


El homónimo de la ley era el capitán Ed Murphy, un ingeniero de desarrollo del Laboratorio Aéreo de Wright Field. Frustrado por una pequeñas piezas que estaban funcionando mal debido a un pequeño error, exclamó lo siguiente: “Si hay alguna manera de hacer las cosas mal, lo hará”, refiriéndose al técnico que había originado el error. En ese momento, le adjudiqué el nombre de Ley de Murphy a dicha exclamación y a sus variantes asociadas.


Un par de semanas después, el coronel Stapp indicó en una conferencia de prensa que nuestro excelente récord de seguridad en aterrizajes de emergencia simulados durante varios años era el resultado de una firme convicción en la Ley de Murphy y de nuestro consistente esfuerzo por evitar lo inevitable. La referencia tan amplia que se le dio a la Ley en anuncios de fabricantes en el período de unos cuatro meses fue fantástica, con lo que la Ley de Murphy quedó establecida dentro del vocabulario tecnológico.”


www.sabercurioso.com


Entrada elaborada a partir de la información ofrecida aquí y aquí.


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Los dinosaurios eran más altos de lo que creíamos

Los dinosaurios eran más altos de lo que creíamos: "

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El registro fósil está conformado en su gran mayoría de huesos. El tejido óseo es el que mejor sobrevive al paso del tiempo y a la destrucción que producen los suelos, y por lo tanto es nuestra mejor ventana hacia el pasado en lo referente tanto a y, más aún, en paleontología.


Es fundamental que los investigadores tengan esto en cuenta a la hora de estudiar restos fósiles, puesto que muchos piensan que lo único que existió es lo que encontraron, cuando en realidad hay que tener también en mente lo que no se encuentra. Así ha trabajado un equipo de expertos que publican en Science una interesante investigación que ha llegado a la conclusión de que los dinosaurios eran más altos de lo que creíamos.


La respuesta de todo está en el cartílago, que obviamente es un tejido que muy difícilmente se llega a conservar en estado fósil. Según estos investigadores, las articulaciones de los estaban rodeadas por grandes componentes cartilaginosos, lo cual los volvía más altos de lo que creemos, incluso llegando a ser un 10% más altos.


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Si quieres suicidarte, nunca te tires de un puente (y II)

Si quieres suicidarte, nunca te tires de un puente (y II): "

Os contaba en la anterior entrega de este artículo que saltar de un puente para suicidarse es una mala idea: el sufrimiento está garantizado. La supervivencia, al menos, es muy remota. Salvo en 25 personas, que se sepa.

El más famoso de estos supervivientes suicidas fue sin duda Kevin Hines. Hines tenía un trastorno bipolar, y el 24 de septiembre del año 2000, con solo 19 años de edad, decidió saltar del Golden Gate. Pero no murió.

¿Cuál fue el milagro? Lo cierto es que fue una sucesión de casualidades.

La primera fue la forma en que impactó sobre el agua. Al lanzarse al vacío, Hines sintió la necesidad imperiosa de sobrevivir. Empezó a caer y supo de repente que no quería morir así. De modo que, para caer lo mejor posible contra el agua, trató de echar la cabeza hacia atrás, haciendo que se repartiera su peso y que diera la vuelta.

Puede que fuera por su esfuerzo o por un golpe de viento, tal y como especularon los médicos más tarde, pero lo cierto es que entró en las aguas de pie, formando un ángulo de 45 grados en posición sentada. El impacto fue terrible. Se rompió dos vértebras al instante, la T12 y la L1, las cuales rasgaron y laceraron sus órganos internos inferiores.

Con las piernas y los brazos dislocados por completo, Hines ascendió a la superficie para tomar una bocanada de aire. Pero era incapaz de mantenerse a flote. Entonces algo se aproximó a él. Era algo que parecía un tiburón: ¿iba a morir ahogado y devorado?

Pero no era un tiburón. Se trataba de un león marino que intentaba mantener a Hines a flote, nadando por debajo de su cuerpo para mantenerlo a flote. Consiguió respirar de este modo hasta que llegó un barco de la Guardia Costera, pero el león marino se marchó entonces asustado por el ruido de los motores. Desde el barco rescataron a Hines y una ambulancia lo trasladó al hospital general de la Marina.

A pesar del mal pronóstico, Hines sobrevivió.

Pero ¿qué rasgos hay que tener para sobrevivir a una caída como ésta (excluyendo que un león marino decida ayudarte y un barco de la Guardia Costera no tarde en localizarte)?

Primero ser un joven con buenos músculos. Luego, caer en el agua formando un ángulo poco pronunciado.

Como es el equivalente a saltar desde un edificio de veinticinco pisos, la entrada en el agua es lo más importante. Si la golpeamos formando un ángulo poco pronunciado, nuestros pies, nuestros tobillos y nuestras rodillas se doblarán para absorber una parte del impacto y nuestro cuerpo se arqueará a través del agua sin profundizar demasiado. Si entramos con los pies por delante formando un ángulo demasiado amplio, nuestras piernas recibirán un fuerte impacto, pero probablemente nos hundiremos y acabaremos ahogándonos. Si entramos de cabeza estamos muertos, porque nuestro cráneo recibe toda la fuerza. Lo mismo sucede si aterrizamos con el vientre, la espalda o un costado. A 120 kilómetros por hora, la parada repentina acabará con nuestra vida.

Pero todo esto si saltáis desde el Golden Gate. Hay otros puentes donde quizá no tendréis que pasar por esta ordalía. Por ejemplo, el puente Nankín, en el río Yangtsé, desde el que han saltado más de 2.000 chinos en los últimos 40 años.

Y es que allí no usan carteles ni obstáculos físicos para evitar los suicidios sino las habilidades de un humilde tendero llamado Chen Si, que se hizo célebre en 2004 por patrullar el puente de arriba abajo a fin de persuadir a los posibles suicidas de lo maravillosa que podía ser la vida. Ignoro si, además de la palabra, el bueno de Chen Si también recurrirá al Prozac, al Zoloft, al Xanax, al Ativan o a las sales de litio. Pero las noticias dicen que salvó la vida a 40 personas que ya no querían seguir en este mundo.

Chen Si, pues, es una especie de antítesis de La Muerte, un centinela nocturno que podía salirte al paso cuando estuvieras a punto de decidirte a saltar. Según él, a los suicidas los reconocía enseguida: todos parecen que tienen el alma deshabitada.

Vía | El club de los supervivientes de Ben Sherwood



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