Dice mi horóscopo que en este nuevo año que comienza atravieso un momento propicio para practicar actividades de riesgo. Así que, como esta mañana me he levantado cañero, me voy a descolgar contándoles a ustedes una anécdota político-histórica acontecida en este país. Ya lo ven, temerario que es uno.
Y por si hay alguno que piensa que esto no es suficientemente peligroso, les adelanto que el asunto versa sobre la relación España-Cataluña ¡Con un par!
El principal protagonista de esta historia es don Manuel Azaña, para muchos (incluidos algunos adversarios) uno de los políticos más brillantes que ha tenido este país. Baste una cita suya para saber del tipo de persona de la que estamos hablando:
“La libertad no hace ni más ni menos felices a los hombres; los hace, sencillamente, hombres”.
(NOTA: No me resisto a incluir otra cita que demuestra lo calado que tenía don Manuel a los españoles:
“En España la mejor manera de guardar un secreto es incluirlo en un libro”. )
Pero vayamos al lío que ya me he colocado los arneses y las cuerdas de seguridad. La historia tiene lugar el 6 de Mayo de 1932, en las Cortes Generales de una casi recién estrenada Segunda República de la que Manuel Azaña es presidente de gobierno.
Manifestación en Barcelona a favor del Estatuto.
En la sesión de ese día se comienza a discutir sobre el siempre espinoso asunto del Estatuto de Cataluña y es don Manuel quien abre el debate con su discurso. Un discurso que ,según dicen los que entienden de ésto, fue uno de los mejores de su carrera política y donde entre otras muchas dijo cosas como estas:
[...]no se puede entender la autonomía, no se juzgarán jamás con acierto los problemas orgánicos de la autonomía si no nos libramos de una preocupación: que las regiones autónomas –no digo Cataluña-, las regiones, después que tengan la autonomía, no son el extranjero; son España, tan España como lo son hoy, quizá más, porque estarán más contentas.
[...]hay que tener presente que el temor, el pánico, casi, ante una posible desaparición de la lengua castellana en las regiones autónomas no tiene fundamento alguno; y no lo tiene, en primer lugar, porque la competencia lingüística en el territorio español no puede estar sometida en su victoria o en su derrota al régimen político; eso sería un desatino[...] Nosotros estimamos que la universidad única y bilingüe es el foco donde pueden concurrir unos y otros; en vez de separarlos, hay que asimilarlos, juntarlos y hacerlos aprender a estudiar y a estimarse en común; ése es el carácter que tiene la cultura española en Cataluña: doble, pero común.
[...] Cataluña dice, los catalanes dicen: “Queremos vivir de otra manera dentro del Estado español”. La pretensión es legítima; es legítima porque la autoriza la ley, nada menos que la ley constitucional. La ley fija los trámites que debe seguir esta pretensión y quién y cómo debe resolver sobre ella. Los catalanes han cumplido estos trámites, y ahora nos encontramos ante un problema que se define de esta manera: conjugar la aspiración particularista o el sentimiento o la voluntad autonomista de Cataluña con los intereses o los fines generales y permanentes de España dentro del Estado organizado por la República.
Al concluir el discurso, Lluis Companys (jefe de la minoría catalana) grita un emocionado:
¡Viva España!
A lo que Azaña responde desde el estrado:
¡Viva Cataluña!
Pero este momento de entendimiento, cordura y lucidez política duraría apenas un instante. Desde los escaños que ocupaban los diputados más conservadores se escuchan gritos y abucheos y el señor Fanjul, uno de los políticos más reaccionarios de entonces, exclama airado:
¡Traidores! ¡Traidores!
General Fanjul
Ante palabra tan gruesa la réplica no se hizo esperar y vino dada por un diputado madrileño; Ossorio y Gallardo:
Yo, señor Fanjul, soy más humilde que su señoría, menos culto que su señoría, pero soy tan español como su señoría. Cada cual tiene su concepción y sus modos de servir a la patria y yo os digo:
¡Patriotismo verbalista,no; patriotismo estancado, no; patriotismo monopolizado,no!
Ossorio y Gallardo
A esta sesión parlamentaria seguirían nada menos que otras 107 constantemente torpedeadas y obstaculizadas por la derecha más cerril. Finalmente y a pesar de todo, el 9 de septiembre de 1932 se aprobaría el Estatuto de Cataluña con 314 votos a favor y sólo 24 en contra. Como pueden ver, los que se oponía eran pocos pero muy molestos.
Estatuto de Cataluña de 1932 al que llamaron Núria
Al darse por aprobado el estatuto, las exclamaciones y los aplausos se suceden. Los catalanes gritan:
¡Visca nostra Espanya!
A lo que el resto responde con gritos de:
¡Viva nuestra Cataluña!
La nueva aventura del gobierno de Cataluña, por desgracia, no fue demasiado fructífera. Desavenencias internas y también con un posterior gobierno central, un ambiente social y político bastante enrarecido y una guerra civil en ciernes dieron al traste con el proyecto interrumpiéndose hasta que pudo ser retomado de nuevo en 1979.
Y lo que comenzó a partir de aquí, como saben todos ustedes, es ya otra historia… ¿O tal vez no?
Visto en el libro:
La Guerra (in)Civil. de la colección Historia de aquí de Forges.
Más:
"http://historiasconhistoria.es/2011/01/04/%C2%A1visca-espanya-%C2%A1viva-cataluna.php
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