César, un perro a la medida del Rey: "
Cuando Eduardo VII murió el 6 de mayo de 1910, Gran Bretaña era la nación más importante del mundo. Poseía el imperio más grande cubriendo un cuarto de la superficie terrestre, a pesar de la creciente competencia de Alemania y los Estados Unidos.
En esa brillante mañana de 1910, fue el día en que un pequeño terrier blanco llamado César en una imagen poco convencional que, drásticamente simboliza la grandeza del Imperio Británico, conmovió a príncipes, presidentes, emperadores, líderes electos y a toda una nación.
Esa necrológica mañana fue un duro golpe contra el imperio que cambió para siempre Gran Bretaña….
Eduardo tenía muchos perros, entre ellos varios sabuesos Bassett, Spaniels y Chow Chow,…pero César era el favorito del rey.
Regalado por la duquesa de Newcastle, el pequeño Cesar ganó rápidamente la simpatía y el cariño del rey. Y fue tal la protección ejercida por el hasta entonces hombre más poderoso de la Tierra, que el perro campaba a sus anchas por las pedanias de palacio con un collar grabado que decía…“ Yo soy César, y pertenezco al Rey“.
Un privilegio ante el pueblo y una garantía de regreso a casa con seguridad. Como animal predilecto del rey, viajó a numerosos viajes por el extranjero acompañando a la corte diplomática. Aunque no siempre fue un invitado de moda, la hija de la supuesta amante del rey Eduardo, Alice Keppel, se quejó en un libro de memorias inéditas que “odiaba a César a pesar de su aseo diario, seguía apestando“.
Pero para el rey Eduardo el pequeño terrier significaba mucho, en 1908 como regalo a su esposa la reina Alexandra, encargó al prestigioso joyero Carl Fabergé elaborar la figura de Cesar con calcedonia, un tipo de cuarzo de gran belleza y brillo, y como no, todo ello acompañado de oro, esmaltes y rubíes.
Fueron unos años de pura felicidad hasta la muerte de Eduardo en 1910, fue entonces cuando a Cesar se le rompió el corazón, ni la mejor atención veterinaria consiguió alentar al animal que apenas comió y bebió, llorando la perdida de su amo.
Con grandes multitudes que recubren la ruta, el cortejo fúnebre por el difunto Rey Eduardo VII hizo su entrada por las calles del centro de Londres, una procesión de dignatarios internacionales siguieron detrás del ataúd, algunos a caballo y otros en carruaje.
Y como espectáculo principal, el pequeño César, trotando con triste constancia a la cabeza de la cabalgata fúnebre.
La visión de César en el funeral capturó rápidamente el corazón de miles de personas, los periódicos de todo el mundo se sensibilizaron del perro favorito del rey, incluso miles de tarjetas postales fueron emitidas.
Al parecer, durante la procesión que concluía en Hyde Park, un perro callejero se precipitó para incordiar el cortejo fúnebre, éste fue reprendido con severidad por el terrier imperial.
César murió en abril de 1914 y fue enterrado en los terrenos de la casa de Marlborough, que entonces era la residencia de la reina Alexandra. En su lápida se compuso una inscripción que dice…“Nuestro querido César quien fue compañero fiel y constante del Rey hasta su muerte, y mi mayor consuelo de soledad y dolor durante cuatro años después“.
Existe una talla de César en los pies de la tumba de Eduardo VII en la capilla de San Jorge en Windsor, todo un honor y un privilegio digno de un rey…
En el ámbito internacional, los hechos ayudaron a alimentar una mayor hostilidad hacia Inglaterra, pero la supremacia del César y la magnificencia de los funerales solemnes eran una proyección del poder de la Gran Bretaña de la primera década del siglo XX.
Más información en Jackson World, en Daily Mail, en Getty Images y en The Cafe Royal
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