En la corte española del Siglo de Oro había dos formas de poder tener una existencia más o menos aceptable. Una era siendo un Hijo de Algo, es decir, un hidalgo de noble cuna y rancio abolengo cuyos apellidos se pierdan en raíces godas ( Los Godos eran considerados la raíz de la más pura nobleza, libres de sangre mora y judía) y la otra forma consistía en simplemente parecerlo.
No importaba si habías caído en desgraciada o no tenías donde caerte muerto, si sabías guardar las formas era posible medrar entre la sociedad cortesana del XVI y tan sólo hacía falta seguir ciertas recomendaciones dadas por el mayor truhán de la literatura española, Don Francisco de Quevedo.
Madrid en el Siglo de Oro
Lo primero, naturalmente, es la apariencia. Es importante que tu vestimenta sea reflejo del rango que dices ostentar y antes de salir a la calle hay que acicalarse.
Tenemos de memoria, para lo que toca a vestirnos, toda la ropería vieja. Y como en otras partes hay hora señalada para oración, la tenemos nosotros para remendarnos. Son de ver, a las mañanas, las diversidades de cosas que sanamos; que, como tenemos por enemigo declarado al sol, por cuanto nos descubre los remiendos, puntadas y trapos, nos ponemos, abiertas las piernas, a la mañana, a su rayo, y en la sombra del suelo vemos las que hacen los andrajos y hilachas de las entrepiernas.
Ya sabéis, ante la falta de un espejo, hay que ponerse a contraluz y donde en la sombra veas colgajos o que pasa claridad, ahí es donde hay que poner remedio.
Calzas llamadas Greguescos con sus “cuchilladas” características.
Y si no tienes ni un mísero maravedí para comprar buen paño, no importa, hay que buscarse la vida.
[En los greguescos] Es de ver cómo quitamos cuchilladas de atrás para poblar lo de adelante; y solemos traer la trasera tan pacífica, por falta de cuchilladas, que se queda en las puras bayetas(tela muy floja, que deja ver todo). Sábelo sola la capa, y guardámonos de días de aire y de subir por escaleras claras o a caballo. Estudiamos posturas contra la luz, pues, en día claro, andamos las piernas muy juntas, y hacemos las reverencias con solos los tobillos, porque, si se abren las rodillas, se verá el ventanaje.
Debe ser un arte hacer reverencias flexionando sólo los tobillos. .
Y contra la escasez… Reutilización. Esto sí que es reciclaje y lo demás son tonterías.
No hay cosa en todos nuestros cuerpos que no haya sido otra cosa y no tenga historia. Por ejemplo: bien ve Vuestra Merced -dijo- esta ropilla; pues primero fue gregüescos, nieta de una capa y bisnieta de un capuz(túnica), que fue en su principio, y ahora espera salir para soletas(plantillas pies) y otras cosas.
Los escarpines(calcetines), primero son pañizuelos(pañuelos), habiendo sido toallas, y antes camisas, hijas de sábanas; y después de todo, los aprovechamos para papel, y en el papel escribimos, y después hacemos dél polvos para resucitar(limpiar) los zapatos, que de incurables, los he visto hacer revivir con semejantes medicamentos.
También hay que mantener una mínima higiene.
Pero por no gastar con barberos, prevenimos siempre de aguardar a que otro de los nuestros tenga también pelambre y entonces nos la quitamos el uno al otro, conforme lo del Evangelio: «Ayudaos como buenos hermanos».
Y es importante tener siempre preparada alguna respuesta por si os preguntan sobre vuestra procedencia.
¿Qué diré del mentir? Jamás se halla verdad en nuestra boca. Encajamos duques y condes en las conversaciones, unos por amigos, otros por deudos, y advertimos que los tales señores, o están muertos o muy lejos.
Y sobre todo, hay que saber guardar la compostura en todo momento.
Si nos come(pica) delante de algunas damas, tenemos traza para rascarnos en público sin que se vea; si es en el muslo, contamos que vimos un soldado atravesado desde tal parte a tal parte, y señalamos con las manos aquellas que nos comen, rascándonos en vez de enseñarlas. Si es en la iglesia, y come(pica) en el pecho, nos damos sanctus(santiguamos) aunque sea al introibo(cuando no toca).
Pues ya ven ustedes que fácil era. Con estos sencillos consejos, nada de vergüenza y algún paseo por las calles subido en pollino y acompañado de azotes(castigo común de la época) podía ir uno tirando en aquel viejo Siglo de Oro.
Extraído del libro:
Historia de la Vida del Buscón
Capítulo VI: En que prosigue el camino y lo prometido de su vida y costumbres
de Don Francisco de Quevedo.
NOTA: Soy reacio, cuando cito algún libro, a recomendarlo abiertamente. Pienso que los libros son como los colores y por lo tanto los hay para todos los gustos. Pero en esta ocasión voy a tiro fijo. Con Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños.(Que es su título completo) no sólo me atrevo a recomendarlo, sino que además lo aconsejaría como remedio medicinal si sufres de aburrimiento, depresión o tristeza.
Tienes un versión en Wikisource. Aunque para los que lo vayáis a leerlo por primera vez recomendaría una edición comentada en papel.
Más en:
Hidalgos Pobres. Podcast (5 min.) de Nieves Concostrina RNE5. (Visto en el Libro de Notas)