¿Qué tiene que ver un contingente de barcos hundido durante la Primera Guerra Mundial con la exploración del espacio? ¿Por qué es tan importante el acero de aquella época y se invierte tantos recursos en recuperarlo si es más fácil obtenerlo por otras vías? ¿Qué extraño lugar es Scapa Flow?
A todas estas preguntas y a otras más os responderé a lo largo de este artículo.
Todo empezó durante mi viaje al norte de Escocia. Una vez el coche ya no tiene más carretera que consumir, entonces la tierra se acaba. Más allá, sólo un mar frío y desapacible punteado por una miríada de islas que contienen yacimientos prehistóricos extraordinarios y construcciones más antiguas que las pirámides de Egipto.
En una tienda de souvenirs pude contemplar la siguiente estampa en una postal: un coche saltando al vacío desde John O´Groats, el pueblo con el que termina Escocia, y el conductor comunicándole a su mujer: querida, me temo que la tierra se ha acabado.
Aquí los paisajes son tan verdes que parecen de dibujos animados. Los acantilados recuerdan a los de la Princesa Prometida. Hay vacas peludas, prehistóricas, pastando a lo lejos (cuya carne, doy fe, está deliciosa, aunque tanto pelo te haga pensar que en realidad has llegado a la luna de Endor). Y desde este pequeño pueblo también parten ferrys que conectan con las islas Orcadas.
Tras un par de horas de viaje, os podéis plantar entonces en Scapa Flow. Quizá uno de los sitios más mágicos que podéis encontrar bajo el mar, excluyendo la Gran Barrera de Coral.
Las Orcadas son un archipiélago de unas 70 islas, de las cuales 20 están habitadas, frente a la costa norte de Escocia. Imaginaos el bucólico escenario. Playas lejanas y olvidadas. Enormes acantilados azotados por un mar rugiente. Granjas aisladas y muy dispersas entre sí (sólo en la ciudad de Kirkwall podéis encontrar un poco de animación). Yacimientos arqueológicos de la Edad de Piedra, los menhires de Ring of Brodgar o los fantasmas de la mansión de Skaill House.
Pero el lugar más mágico de las Orcadas está bajo el mar. Un lugar único para los aficionados al submarinismo: Scapa Flow. Un puerto natural repleto de pecios pertenecientes a una flota de buques alemanes de la Primera Guerra Mundial que optó por hundirse a sí misma antes que ser capturada por los británicos.
Este fondeadero ya fue usado por los navíos de guerra vikingos y luego perteneció a la Royal Navy británica hasta 1956. Tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, 74 navíos de la Kaiserliche Marine quedaron retenidos en la bahía con un incierto futuro.
En noviembre de 1918 ya se habían convertido en una especie de atracción turística. Pero el almirante Ludwing von Reuter, oficial al mando en Scapa Flow, tras entender mal un titular de periódico que le hizo pensar que se iban a reanudar los ataques, dio la orden de echar a pique los barcos el 21 de junio de 1919 para impedir que cayeran en manos británicas. Como resultado de ello, se hundieron un buen puñado naves.
10 acorazados: SMS Bayern, SMS Kronprinz Wilhelm, SMS Markgraf, SMS Großer Kurfürst, SMS Prinzregent Luitpold, SMS Kaiser, SMS Kaiserin, SMS Friedrich der Große, SMS König Albert y el SMS König. El SMS Baden se salvó del hundimiento por estar varado.
5 cruceros de batalla: SMS Hindenburg, SMS Derfflinger, SMS Seydlitz, SMS Moltke y SMS Von der Tann.
5 cruceros: SMS Cöln II, SMS Karlsruhe II, SMS Dresden II, SMS Brummer y SMS Bremse. El SMS Nürnberg II, SMS Frankfurt y SMS Emden II estaban varados.
44 destructores: de ellos sólo se conservan bajo el agua 3 acorazados, 4 buques ligeros y 5 torpederos. El resto fue reflotado por un tal Ernest Cox, que compró y rescató 43 de las naves en la década de 1920. Hizo ascender los barcos más pequeños con muelles flotantes. A los mayores como el SMS Hindenburg, que pesaba 28.000 toneladas, les parcheó todos sus agujeros, bombeando a continuación el casco con aire comprimido para extraer el agua y hacer flotar la estructura boca abajo.
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