¿Te equivocaste alguna vez al hacer un cálculo? ¿Cuánto te costó el error? Sin duda no fue tan caro como el precio que tuvo que pagar Genetics Institute por un error en la secuenciación de la eritropoyetina.
3 aminoácidos de los 166 que la componen permitieron a Amgen, una farmacéutica estadounidense, hacerse con la patente de una proteína que no sólo ha contribuido a salvar vidas, sino que ha hecho famosos a deportistas como Marion Jones, Lance Armstrong, ‘Paquillo’ Fernández y un gran número de ciclistas. Todos ellos utilizaron la eritropoyetina en algún momento de su carrera deportiva, más conocida, por si aun no lo habías adivinado, como EPO.
La historia de cómo se sintetizó la EPO es digna de un guión de Hollywood, en plena edad de oro de la biotecnología donde el espionaje industrial y la ‘fuga’ de científicos era una arma más en la carrera por obtener patentes con las que llenar las arcas de la industria farmacéutica.
A principios de los años ochenta, la ingeniería de recombinación genética era el procedimiento estrella que permitía extraer el código de ADN responsable de la producción de una proteína en el cuerpo humano para recombinarlo con un virus e, inyectándolo en una colonia de bacterias, conseguir que estas produjeran la proteína original en cantidades industriales. Un proceso cuyo rendimiento estaba a años luz del anterior, que dependía de la extracción de diminutas cantidades de las proteínas de animales para ser utilizadas como fármaco. Esta serie de procedimientos representaban la promesa de nuevas terapias para un pequeño número de enfermedades cuyo responsable es la falta o escasez de ciertas proteínas en el cuerpo humano.
Importando pis japonés
La EPO, proteína responsable de la formación de glóbulos rojos resulta de gran ayuda en el tratamiento de la anemia, especialmente en casos graves de enfermos renales o pacientes con cáncer. La falta de un método mediante el cuál conseguir cantidades suficientes de EPO para su uso farmacológico fue responsable de curisoso casos como el ocurrido en 1973, cuando Eugene Goldwasser, un científico cuyos estudios se centraban en la búsqueda de un método para producir EPO importó de Japón 2.250 litros de orina de pacientes afectados de anemia aplástica, una enfermedad que provoca que el cuerpo produzca un exceso de EPO. Gracias a ello consiguió sintetizar 8 mg de EPO, la única fuente de la proteína en todo el mundo en esa época.
Amgen contrató a Eugene Goldwasser en su condición de experto en EPO para conseguir encontrar la secuencia genética en el ADN humano que permitiera la producción artificial de la proteína. Una de sus bazas era el hecho de que Goldwasser poseyera pequeñas cantidades de EPO con las que empezar el trabajo. Era a principios de los años ochenta, y la aparición de nuevas tecnologías que permitían automatizar gran parte del trabajo de secuenciación era la clave en la carrera por la patente.
Una carrera biotecnológica
Rodney Hewick, uno de los ingenieros responsables de la creación de la máquina que utilizaba Amgen para sus estudios biotecnológicos, participó en la secuenciación de la EPO. Justo después de secuenciarla, Rodney Hewick dejó Amgen para entrar a trabajar como químico en una empresa llamada Genetics Institute. Llegó con un regalo debajo del brazo: la secuencia genética de ADN de la EPO. En las dos costas opuestas de Estados Unidos empezó una carrera para llegar a la segunda base: identificar la secuencia en el ADN humano responsable de la producción de la EPO. Amgen en la costa oeste, y Genetics Institute en la costa este luchaban por la obtención de la patente.
Lo que Rodney Hewick no sabía es que cometió un error al secuenciar la proteína cuando estaba en Amgen: 3 de los 166 aminoácidos que componen la EPO eran erróneos. Y en Genetics Institute no tenía a su disposición las reservas de la proteína de Goldwasser. La única solución pasaba por recurrir a la misma fuente original de EPO, e importar más orina de Japón. Consiguió obtener pequeñas cantidades de la proteína, secuenciarla, y encontrar el código responsable de su producción en el genoma humano. El 7 de diciembre de 1984 enviaron el artículo con el descubrimiento a la revista Nature. Lo que Genetics Institute no sabían es que llegaban con un año de retraso. El 13 de diciembre de 1983, Amgen había presentado una solicitud de patente sobre la misma secuencia genética. El 1 de junio de 1989 Amgen obtuvo la aprobación de la administración estadounidense. A día de hoy, solo la EPO le reporta a Amgen dos mil millones de dólares anuales. Genetics Institute acabo siendo absorbida por otra compañía.
Y todo por tres errores en la secuenciación de una proteína.
La fuente original del artículo (en inglés).
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